En la calle Santiago Lapuente del barrio Jesús de Zaragoza todavía se conservan los viejos adoquines que recuerdan el pasado industrial del distrito. Muchos vecinos añoran aquellos años en los que en cada local había un taller, un artesano o un comercio. Todo eso pasó y ahora desde la asociación vecinal buscan revivir aquel esplendor de los sesenta: los trenes que llegaban a la estación del Norte abarrotaban de gente y oportunidades la margen izquierda. Ahora, en una tarde cualquiera, apenas circulan una decena de coches.

La esencia de aquel territorio perdido se mantiene en bares como el Fausto, el Piragua o el Aparicio. Una santa Trinidad de visita obligada para el vermú. Hace cincuenta años estuvieron llenos de mecánicos, militares y viajantes. Con las nuevas modas se han convertido en parada obligada para aquellos que buscan locales de sabor tradicional. «Creemos que se puede recuperar el ambiente de aquel barrio perdido», asegura David Medrano, pendiente al mismo tiempo de la barra del Aparicio y a la partida de guiñote.

Los adoquines de la calles Santiago Lapuente posiblemente desaparezcan con la reforma que se espera para finales de año. El presidente de la asociación vecinal, Raúl Gascón, confía en que esta inversión sirva como lavado de cara en la parte vieja del barrio y que sirva para impulsar el resto de actuaciones pendientes. «Todavía tenemos muchos solares vacíos, edificios viejos, zonas de mala accesibilidad, queda mucho por hacer, pero nos hemos puesto en marcha», anuncia.

Otro de los proyectos iniciados por los vecinos tiene que ver con el fomento del pequeño comercio. Para eso los propietarios de las tiendas pasan una pequeña maqueta de una tiendica igual que se hacía antiguamente con las vírgenes, de portal en portal.

La oración común incluye rogativas por el transporte público y por la creación de equipamientos de ciudad que pongan al Barrio Jesús en el radar del resto de zaragozanos. «Hemos recuperado una sensación de optimismo», asegura en Cookies & Cakes, Bea Lasierra. La próxima semana llevará la maqueta a la zapatería Delia. «Cuando era pequeña nadie nos dejaba venir por aquí porque estaba lleno de acequias: solo hay que ver cómo ha cambiado para ver que hemos ido a mejor», señala mientras prepara tartas para los más jóvenes del barrio.