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Comerciantes del barrio Jesús: dulces y artículos con amor contra la amarga pandemia

Los comerciantes del barrio Jesús tratan de hacer frente a la crisis dándole una vuelta de tuerca a sus negocios, potenciando los envíos a domicilio y cuidando al máximo el trato al cliente.

Comerciantes y hosteleros del Barrio Jesús de Zaragoza.
Comerciantes y hosteleros del Barrio Jesús de Zaragoza.
Toni Galán

Un barrio cercano, acogedor y similar “a un pequeño pueblito”. Así definen quienes a diario levantan las persianas de sus establecimientos en el barrio Jesús de Zaragoza. Pese a que no son buenos tiempos para el comercio de proximidad, el sentir general de los comerciantes de la zona es que los vecinos están muy comprometidos con las tiendas y locales de su barrio.

Y es que, cuando las cosas se hacen con esmero, paciencia y cariño, se nota. Y eso es lo que deben pensar los clientes de Laura López, vecina del barrio Jesús y propietaria de Hecho con amor. Este rincón a rebosar de detalles y artículos de decoración irrepetibles abrió sus puertas en el Paseo Longares en 2016.

En un inicio, el negocio de López se centraba en la organización de eventos como bodas, comuniones o cumpleaños. Cuatro años después, ha tenido que enfrentarse al reto de seguir adelante sin la celebración de este tipo de acontecimientos. Algunos de los que tenía previstos se han pospuesto para más adelante, pero otros directamente se han cancelado. “Esto me ha servido para reinventarme. Por ejemplo, hacíamos cumpleaños en el local que tenemos a continuación y ahora he potenciado el organizar la fiesta en casa”, explica.

Laura López en el mostrador de su tienda, Hecho con amor.
Laura López en el mostrador de su tienda, Hecho con amor.
Toni Galán

Aunque nunca se le pasó por la cabeza cerrar, López reconoce que los meses que no pudo abrir fueron duros. En junio, la cosa comenzó a remontar, y en septiembre, el volumen de trabajo continuó aumentando.

La venta de mascarillas personalizadas y el regalo de bebé es de lo que mejor está funcionando en estos momentos. Además, Hecho con amor se ha convertido en un punto de recogida de paquetería. De esta manera, Laura está llegando a vecinos que nunca habían entrado en su tienda. “Siempre he tenido venta de unidad, pero mis clientes siempre han sido de fuera. Venían atraídos por ferias de eventos a las que iba”, señala. Ahora, ya es una referencia para quienes buscan un regalo único y especial sin tener que salir del barrio.

“Llegué a llorar porque la gente se traía sus propias mantas a la terraza. Son un público muy fiel”

Sin tener que andar apenas, los vecinos de esta zona de la margen izquierda pueden disfrutar de la repostería de Beatriz Lasierra, que hace ocho años fundó Cookies & Cakes Coffee. Tanto ella como su marido se dedicaban a cosas completamente diferentes, pero decidieron dar un giro a sus vidas y apostar por lo que realmente les gustaba.

Beatriz Lasierra dejó su trabajo para embarcarse en Cookies and Cakes Coffee.
Beatriz Lasierra dejó su trabajo para embarcarse en Cookies and Cakes Coffee.
Toni Galán

Inicialmente, se establecieron en la calle Molino de las Armas y se dedicaban exclusivamente a la repostería creativa. El proyecto tuvo tan buena acogida que el local se quedó pequeño y tuvieron que trasladarse a uno más grande -en la calle Asín- al que añadieron también el servicio de cafetería.

Ante la imposibilidad de realizar talleres de repostería o celebrar cumpleaños, Cookies & Cakes Coffee se mantiene gracias a los encargos de tartas personalizadas y a los desayunos a domicilio. “Trabajamos el día del Pilar, la mañana de Navidad y la de Reyes para hacer desayunos. Hemos intentado innovar y hacer cosas para no vernos obligados a cerrar”, comenta Lasierra.

A la repostera, que también es la presidenta de la Asociación de Comerciantes Barrio Jesús, le emociona hablar del apoyo que siente por parte de sus clientes. “La gente se traía sus propias mantas a la terraza cuando solo permitían estar en el exterior. Son un público muy fiel. Yo llegué a llorar”, confiesa.

Otros, como David Medrano, han tenido menos suerte. El bar Aparicio que regenta desde finales de los 90 no tiene mesas en la calle, así que la caja del día depende de las consumiciones en el interior. Podría solicitar una en plataforma, pero tiene a dos empleados en ERTE y no está en condiciones de asumir tal desembolso. “Es imposible”, reconoce. Él solo se ocupa de atender las mesas, cocinar y desinfectar el local. “Me estoy haciendo un Juan Palomo. Es muy duro”, lamenta.

David Medrano al frente del bar Aparicio, un negocio familiar que lleva abierto 52 años.
David Medrano al frente del bar Aparicio, un negocio familiar que lleva abierto 52 años.
Toni Galán

Además de las restricciones impuestas por la covid-19, Medrano cree que la situación por la que pasan los comercios de la zona tiene que ver con la degradación de algunas calles como Santiago Lapuente, en la que se ubica su bar. “Antes eran calles comerciales con pequeños talleres artesanos”, señala. Ahora, abundan los locales cerrados y se produce algún que otro problema de convivencia. “A ver si nos hacen la reforma de la calle. Nos puede venir muy bien porque podríamos sacar un velador”, añade.

El bar de Medrano sobrevive gracias a un nutrido grupo de amistades y vecinos y a su buena mano en la cocina. “Nos dicen que da gusto venir a comer aquí, que es como si comieras en casa”, asegura.

Con respecto a la criminalización de la hostelería en la era pandemia, lo tiene claro: “No creo que seamos tan culpables como para pagar el precio tan alto que estamos pagando”, dice.

“Estoy muy contenta en este barrio, es como un pueblo”

Al margen de la restauración, otros sectores como el de las tintorerías también se han visto gravemente afectados por la covid-19. “No hay vida social, no se celebran eventos, y se ha generalizado el teletrabajo”, afirma Carolina Ladrero desde la Tintorería Avenida. El resultado: ni trajes, ni vestidos que limpiar.

Ladrero no es del barrio, aunque lleva más de dos décadas en la calle Jesús. “Estoy muy contenta, es como un pueblito. Y entiendo que la gente ahora no consuma”, reconoce. Se considera una persona optimista a la que su trabajo le encanta, aunque a veces los ánimos están por los suelos. “En 2020 la esperanza era el 2021, pero parece que este año es más de lo mismo”, señala.

Carolina Ladrero en la Tintorería Avenida, abierta desde hace dos décadas en la calle Jesús.
Carolina Ladrero en la Tintorería Avenida, abierta desde hace dos décadas en la calle Jesús.
Toni Galán

Durante el confinamiento, Ladrero acudía por las mañanas a su tintorería porque estaba considerada un servicio esencial. “Lógicamente, no venía nadie”, dice. Por este motivo impulsó una iniciativa solidaria para fabricar mascarillas caseras y darlas entre los vecinos del barrio, en un momento en el que los cubrebocas escaseaban: “Repartimos muchas y fue muy gratificante”.

Por el momento, y hasta que los eventos comiencen a reactivarse, seguirá subiendo su persiana todas las mañanas con la esperanza de que el día vaya mejor que el anterior. “Estos negocios son los que dan la vida al barrio”, afirma convencida.

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