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Juicio en Zaragoza: el electricista resentido que planeó matar a su exjefe y casi lo deja hemipléjico

Cinco veces consecutivas apretó el gatillo Alberto Pérez contra el hombre al que responsabilizaba de su despido. No acabó con su vida por "milímetros", pero le causó secuelas gravísimas para las que ahora la Fiscalía pide un importante castigo.

El ataque ha tenido lugar en la calle de Mainar y la Policía busca a su autor.
El acusado colocó una bici delante del garaje para obligar a la víctima a apearse de su vehículo.
Guillermo Mestre

Ni una, ni dos, ni tres. El 6 de abril de 2020 Alberto Pérez Giménez se plantó frente a la casa de su exjefe en el barrio Jesús de Zaragoza, le preparó una emboscada y cuando lo tuvo delante apretó el gatillo hasta cinco veces consecutivas. El pistolero, de 35 años, lo consideraba responsable de su despido como electricista en el Hospital Royo Villanova. Por ello, según la Fiscalía, no fue hasta verlo inmóvil y desangrándose en el suelo cuando decidió enfundar el arma y darse a la fuga. Para la acusación pública, está claro que el agresor había pergeñado un plan destinado a acabar con la vida de J. V. S., de 48 años. De ahí que ahora lo acuse de tentativa de asesinato y pida una condena de 12 años de prisión.

La rápida intervención de las asistencias médicas y el buen hacer de los cirujanos evitaron el fatal desenlace, pero la acusación particular, a cargo de la letrada Carmen Cifuentes, tampoco alberga ninguna duda sobre las verdaderas intenciones del acusado. Sin embargo, al delito de asesinato frustrado añade el de tenencia ilícita de armas y eleva el castigo a 16 años de cárcel.

El testimonio de la víctima, que sufrió finalmente tres heridas de bala, dos de ellas, en el abdomen y junto a la médula espinal, mortales de necesidad de no mediar asistencia urgente, sospechó desde el principio que quien había intentado matarle era el investigado. Este ocultó su identidad tras una gorra y una braga tubular, pero lo encañonó a solo metro y medio y su mirada de odio se le quedó grabada a fuego.

El Grupo de Homicidios de la Policía tiró del hilo y una meticulosa investigación permitió detener nueve días después al agresor cuando conducía una furgoneta con matrículas falsas en la que transportaba todo lo necesario para fabricar artefactos explosivos. Los vídeos y tutoriales de cómo hacerlo aparecían en las páginas de internet que, como también demostró la Policía, había consultado el acusado desde su ordenador.

Se halló la caja, pero no el arma

Lo único que no llegaron a encontrar nunca los investigadores fue la pistola con la que disparó al ingeniero técnico jefe de servicio de mantenimiento del Salud. La Policía Nacional la buscó entre las colmenas de abejas que Alberto Pérez tiene en Morata de Jalón, localidad en la que su familia posee también una vivienda. Pero no apareció. Lo que sí descubrieron los agentes fue el maletín donde supuestamente guardaba el arma y que estaba escondido en los conductos del aire acondicionado de su piso. Es más, los técnicos analizaron la prueba y hallaron residuos de disparo.

Los forenses que examinaron al procesado llegaron a la conclusión de que padece ideación megalomaniaca y trastornos depresivos. Sin embargo, estos creen que esto no afectó de ninguna manera a sus capacidades volitivas y cognitivas.En cualquier caso, su defensa, a cargo de la letrada Carmen Sánchez Herrero, intentará demostrar lo contrario en un juicio que se celebrará a comienzos del próximo año en la Audiencia de Zaragoza pero para el que todavía no hay fecha.

Salvó la vida por "milímetros"

La víctima del tiroteo de la calle de Mainar logró salvar la vida, pero los disparos que presuntamente le efectuó Alberto Pérez Giménez estuvieron a punto de condenarlo de por vida a una silla de ruedas. Porque la última de las balas le alcanzó a nivel de la 7ª vértebra cervical y la 1ª dorsal. Y, según los forenses, se quedó a «milímetros» de dañarle la médula espinal, «lo que pudiera haber provocado desde un paro cardiorrespiratorio agudo, con consecuencia de muerte, hasta una paraplejia o hemiplejia».

Afortunadamente, la celada no obtuvo el resultado que al parecer perseguía su artífice, quien tres días antes del tiroteo ya había abortado una primera intentona. Sin embargo, las gravísimas heridas sufridas por el jefe de mantenimiento del Salud el 6 de abril de 2020 le han obligado a estar de baja durante año y medio, quedándole importantes secuelas. Tanto es así, que los médicos han tenido que dejarle un proyectil en el pie.

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